jueves, 12 de febrero de 2009

El folleto chino

La llave se deslizó en la pequeña cerradura 035, su mano se introdujo en la oscuridad y chocó con un folleto tamaño folio doblado por la mitad. Filiberta observó la enrojecida imagen impresa: un ocaso. El Sol se apoyaba con toda su fuerza sobre el Mar y extendía sus brazos sobre él, mientras las nubes le reflejaban su majestuosidad.

La imagen estaba rodeada de símbolos raros. El folleto estaba en chino! o era japonés? El caso es que no lo entendía…

Subió a su casa y tras cerrar la puerta se quedó contemplando la imagen, qué otra cosa podía mirar si no entendía el resto?! “Los testigos de Jehová ampliando el negocio!” pensó “Mañana, cuando Petty no me vea se lo dejaré encima de su mesa, nos reiremos un rato y encima me dirá qué pone porque ella siempre lo sabe todo”.

Ya había pasado la hora punta. El metro no iba excesivamente lleno. Las puertas se cerraron mientras una sombra cruzó ante Filiberta. Sus ojos rasgados delataban su orígen oriental. Recordó el folleto que aún guarda entre el libro que llevaba en su regazo. No se había acordado de él en todo el día. Sus dedos palparon el pliegue entre las gruesas hojas del libro. El folleto salió despedido apareciendo ante los ojos del oriental. Éstos se abrieron extremadamente, sus músculos se tensaron hasta alcanzar la dureza de una piedra y su brazo empezó a moverse lentamente.

Filiberta no vió el Ling Dao perteneciente a la Dinastía Song que el oriental, ahora podemos decir chino, llevaba en el extremo del brazo con cuyos movimientos lentos nos habíamos quedado, ni acabó de oir el sonido que indicaban que las puertas volvían a cerrarse. La hoja curva del sable cuello de ganso cortó limpiamente su cuello, su cabeza tocaron sus pies, sus ojos vieron al mundo dar vueltas, aparecía el chino, aparecía un botón de la camisa, aparecía el chino, aparecía el botón del pantalón, aparecía el chino, aparecía el botón de la bota y ya no apareció el chino, vió el suelo y ya no vió el suelo porque todo estaba negro.

Filiberta no vivió para contarlo pero descubrió que el folleto era chino, si hubiese sido japonés la última impresión que se hubiese llevado de este mundo no habría sido un sable sinó una katana…

Lo que no pudo descubrir era qué relataba el maldito folleto.

Todo oscuro y fin.

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