viernes, 19 de diciembre de 2008

La belleza desde el punto de vista estadístico

La belleza exterior de un ser humano sigue una distribución normal de media 22, desviación típica 6 y con una larga cola hacia la derecha.

Generalmente, el ser humano nace feo. Con el tiempo va floreciendo en él la belleza, alcanzando su cumbre a principios de su segunda década y a partir de la tercera empieza a decaer. En su existencia acaba arrugado, manchado, redondo y feo.

Como en toda distribución existen outliers. Hay individuos con dos o incluso tres modas. Uno puede sufrir un accidente en su periodo de mayor esplendor y llegar a recuperarse. También está el que nace feo y muere feo.

Pasemos o no por una etapa de belleza, todos llegamos a la fase de decaimiento donde abundan las patas de gallo, la papada de gallo, el codo culo-pollo y la calva culo-mono.

Hemos oído decir “Qué guapa debió ser de joven” pero nunca “Qué guapa es de vieja”. En nuestra última etapa, si llegamos, todos somos feos.

Pero hay otra belleza. La belleza interior sigue una distribución exponencial, donde nadie nace feo y a medida que pasa el tiempo aumenta la probabilidad de hacerse bello.

En esta belleza existe mucha variabilidad, tanta que algunos individuos hasta se salen de la distribución. Ponen tanto empeño en ir contracorriente que acaban incomprensiblemente feos!

Yo, me siento guapa.